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viernes, 28 de febrero de 2025

Susurros nocturnos

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Susurros nocturnos
Susurros nocturnos

En un viejo cementerio, conocido por sus lápidas desgastadas y sus árboles torcidos que parecían susurrar secretos olvidados. Los lugareños evitaban el lugar después del atardecer, pues contaban historias de una entidad espectral que vagaba entre las tumbas, buscando almas perdidas.

Una noche de luna llena, Clara, una joven valiente y curiosa, decidió desafiar las advertencias de los ancianos. Armada con una linterna y su inquebrantable espíritu, se adentró en el cementerio, atraída por los murmullos que parecían flotar en el aire. Al principio, sólo escuchaba el crujir de las hojas bajo sus pies y el canto lejano de un búho. Sin embargo, a medida que avanzaba, los susurros comenzaron a intensificarse, como si la misma tierra estuviera hablando.

Al llegar a una vieja tumba cubiertas de hiedra, Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras se volvieron más claras, y pudo distinguir una voz suave, casi melodiosa, que la llamaba por su nombre. "Clara... ven...". Su corazón latía con fuerza, pero la curiosidad pudo más que el miedo.

Se acercó a la tumba y, de repente, la linterna parpadeó y se apagó. La oscuridad la envolvió, y los susurros se transformaron en lamentos desgarradores. Clara encendió la linterna de nuevo, pero en lugar de la familiar luz cálida, un frío glacial la rodeó. Entonces, frente a ella, apareció la figura de una mujer etérea, con un vestido blanco que flotaba como si estuviera sumergido en agua.

La entidad espectral la miró con ojos vacíos, llenos de tristeza. "He esperado tanto tiempo..." dijo con una voz que resonaba en el aire helado. "Busco a quien me ayude a liberarme. Mi alma está atrapada entre este mundo y el siguiente".

Clara, paralizada por el terror, intentó retroceder, pero sus pies no respondían. La mujer espectral se acercó, su rostro ahora más claro. "Ayúdame, Clara. Debes encontrar la razón de mi condena. Solo entonces podré descansar en paz".

Con cada palabra, los susurros se intensificaron, llenando el aire de una desesperación palpable. Clara comprendió que la única forma de escapar de aquel lugar era enfrentarse a la historia de la mujer. Con una determinación renovada, se comprometió a descubrir la verdad sobre su trágico destino.

Durante días, Clara investigó en la biblioteca del pueblo, hablando con ancianos que conocían las leyendas. Descubrió que la mujer había sido una joven que, en su afán de amor eterno, había hecho un pacto oscuro que terminó en su condena. Para liberarla, debía encontrar un objeto que sellara su destino: un medallón escondido en el fondo del cementerio.

Una noche, armada con esa nueva información, Clara regresó al cementerio, guiada por la luz de la luna. Con el corazón en la garganta, comenzó a cavar en la tumba de la mujer, sintiendo el aire volverse pesado y opresivo. Finalmente, sus dedos encontraron el medallón, frío y polvoriento. Al alzarlo hacia la luna, los susurros se transformaron en gritos de júbilo.

La figura de la mujer apareció de nuevo, esta vez con una sonrisa. "Gracias, Clara. Eres la luz que necesitaba para liberarme." Con un gesto delicado, la entidad tomó el medallón y, en un destello de luz, se desvaneció en el aire, dejando tras de sí un silencio profundo.

Clara, exhausta pero aliviada, salió del cementerio. La experiencia la había marcado para siempre. Aunque la entidad ya no vagaba entre las tumbas, los ecos de sus susurros permanecieron en su mente, recordándole que a veces, el pasado busca ser liberado, y que la valentía puede iluminar incluso los rincones más oscuros. Sin embargo, al mirar atrás una última vez, juró que las sombras en el cementerio seguirían susurrando, esperando a la próxima alma dispuesta a escuchar.

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