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martes, 18 de marzo de 2025

La muñeca poseída

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La muñeca poseída
La muñeca poseída

En una antigua casa cubierta de hiedra y misterio. A lo largo de los años, sus habitantes habían desaparecido sin dejar rastro, y la leyenda decía que la casa estaba maldita. Sin embargo, lo que realmente mantenía a los curiosos alejados de sus puertas era el armario del desván, un lugar al que pocos se atrevían a acercarse.

Un día, un grupo de adolescentes decidió explorar la casa abandonada. La curiosidad y las historias de terror les impulsaron a entrar, armados solo con linternas y un par de bocadillos. Mientras exploraban las habitaciones polvorientas, sus risas resonaban entre las paredes desgastadas, hasta que llegaron al desván. La puerta estaba entreabierta, y una extraña sensación de frío les atravesó al cruzar el umbral.

El desván estaba repleto de objetos olvidados: muebles cubiertos de sábanas blancas, espejos rotos y una atmósfera pesada que parecía observarles. En el rincón más apartado, se erguía un armario antiguo, sus puertas de madera oscura estaban entreabiertas, dejando entrever un brillo siniestro. La curiosidad se apoderó de ellos, y decidieron acercarse.

Al abrir las puertas del armario, un olor a moho y sangre les golpeó. En el interior, encontraron una colección de muñecas, cada una más aterradora que la anterior. Sus rostros estaban desgastados, con ojos vacíos que parecían seguir a los intrusos. Pero lo que más les inquietó fue el hecho de que algunas de ellas estaban manchadas de un rojo oscuro, como si hubieran sido bañadas en sangre.

Una de ellas, una muñeca de cabello negro azabache y vestido blanco, parecía destacar entre las demás. Sus ojos, aunque rotos, tenían una intensidad que helaba la sangre. Sin poder resistirse, uno de los chicos, Tomás, la sacó del armario. En el instante en que lo hizo, un viento helado atravesó la habitación, apagando las linternas.

El grupo, aterrorizado, intentó encender sus luces, pero fracasaron. En la penumbra, comenzaron a oír susurros, palabras ininteligibles que parecían emanar de las muñecas. Las risas se convirtieron en gritos cuando las muñecas, de repente, empezaron a moverse. Con movimientos robóticos, se deslizaron hacia el borde del armario, sus ojos brillando con una luz sobrenatural.

Tomás, paralizado por el miedo, sostenía la muñeca en sus manos. De repente, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y una voz resonó en su mente: "Devuélveme". Sin saber qué hacer, la dejó caer al suelo. En ese momento, las muñecas comenzaron a reír, una risa escalofriante que resonaba en las paredes del desván.

El grupo, ahora en pánico, intentó escapar, pero la puerta del desván se cerró de golpe. Las muñecas rodearon a Tomás, sus manos alzándose en el aire, listas para atrapar a su presa. "Eres uno de nosotros ahora", susurraron en un coro siniestro.

Con un último esfuerzo, el grupo tomó la muñeca poseída y la arrojó de nuevo al armario. En un instante, las muñecas se congelaron, sus rostros distorsionándose en una mueca de rabia. La puerta del desván se abrió de golpe, y los adolescentes corrieron, sin mirar atrás, hacia la salida.

Una vez afuera, se detuvieron en el jardín, respirando con dificultad. La casa parecía tranquila, pero sabían que las muñecas aún estaban allí, esperando su próxima oportunidad. Nunca volvieron a hablar del incidente, pero el armario permaneció cerrado, y las leyendas sobre las muñecas poseídas se hicieron más fuertes con cada historia que se contaba.

Desde entonces, el pueblo siempre evitó la casa, temerosos de que aquellos ojos vacíos y las risas macabras de las muñecas volvieran a cobrar vida. La muñeca poseída continuaba en el armario, expectante, lista para atraer a la próxima víctima.

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