Anunciate aqui

martes, 18 de marzo de 2025

Espíritu vengativo

0 comments
Espíritu vengativo
Espíritu vengativo

Había una antigua mansión que llevaba años deshabitada. Los lugareños susurraban historias sobre su última inquilina, una joven llamada Isabella, que había desaparecido en circunstancias misteriosas. Se decía que su belleza era tan hipnotizante como su risa, pero lo que realmente la definía era su ardiente pasión por la vida. Sin embargo, también tenía un corazón lleno de desamor, pues el hombre al que amaba había traicionado su confianza, llevándose su alma consigo.

Una fría noche de otoño, un grupo de amigos decidió explorar la mansión, atraídos por la curiosidad y el deseo de desmentir los rumores. Equipados con linternas y un par de bocadillos, se adentraron en el oscuro vestíbulo, donde el aire pesado y enrarecido parecía susurrar secretos olvidados. Las paredes estaban cubiertas de polvo y telarañas, y el silencio era tan profundo que cada paso resonaba como un eco de advertencia.

A medida que exploraban, una sensación de inquietud comenzó a apoderarse de ellos. Las sombras en los rincones parecían cobrar vida, danzando al ritmo del viento que se colaba por las ventanas rotas. Fue entonces cuando uno de ellos, Tomás, decidió subir al piso de arriba, convencido de que encontrarían algo extraordinario. Sus amigos lo siguieron, aunque con un escalofrío recorriendo sus espinas dorsales.

Al llegar a un largo pasillo, se encontraron con varias puertas. Una de ellas, más decorada que las demás, llamaba su atención. Sin pensarlo, Tomás la abrió. La habitación estaba llena de espejos cubiertos de polvo, y en el centro, un viejo piano de cola esperaba silenciosamente. Los amigos se acercaron, intrigados, y Tomás, con un gesto desafiante, se sentó y tocó una melodía.

La música resonó en la mansión, y en ese momento, un viento helado recorrió la habitación. Las luces parpadearon y, de repente, el reflejo en los espejos comenzó a distorsionarse. Una figura etérea apareció, flotando en el aire. Era Isabella, con su vestido blanco desgastado y su rostro demacrado por la tristeza. Sus ojos, una vez llenos de vida, ahora ardían con una ira insaciable.

"¿Quién osa perturbar mi reposo?", resonó su voz, como un eco lejano que llenaba el espacio. Los amigos, paralizados por el terror, intentaron retroceder, pero la puerta se cerró de golpe, atrapándolos en la habitación.

Isabella se acercó, su figura brillando con una luz espectral. "Fui traicionada en vida, y ahora mi espíritu busca venganza. El amor que creía eterno se convirtió en una cruel burla. Ustedes jugaron con lo que no comprenden", dijo, mientras su ira se transformaba en una tormenta de sombras.

Uno por uno, los amigos comenzaron a recordar sus propios engaños, sus propias traiciones. La culpa se apoderó de ellos, y al mirarse en los espejos, vieron reflejados no solo sus rostros, sino también sus pecados. Isabella alzó las manos, y un frío helado envolvió la habitación, como si las sombras mismas quisieran devorarlos.

Desesperados, intentaron escapar, pero cada intento los acercaba más a la ira del espíritu. "No hay redención para quienes rompen corazones", susurró Isabella, su voz resonando con la fuerza de mil tempestades. Con un último grito, la habitación se sumergió en la oscuridad, y los ecos de su risa resonaron en la mansión, dejando solo el silencio.

La mañana siguiente, los habitantes del pueblo encontraron la mansión en pie, pero vacía. Los amigos nunca regresaron, y con el tiempo, se convirtieron en otra leyenda más, un eco de advertencia para aquellos que se atrevían a jugar con el amor y la traición. El espíritu vengativo de Isabella seguía rondando, esperando pacientemente a su próxima víctima, lista para reclamar su justicia.

Relacionados

No hay comentarios:

Publicar un comentario