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domingo, 2 de marzo de 2025

El horror espera en la puerta

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La bestia del Umbral
La bestia del Umbral

En una antigua casa, donde el tiempo parecía haberse detenido, se escuchaban susurros que recorrían las paredes desgastadas. Clara, una joven de espíritu intrépido, había decidido pasar la noche en aquel lugar, ignorando las advertencias de los lugareños sobre la maldición que pesaba sobre la vivienda.

La noche se tornaba fría y la luz de la luna apenas lograba colarse a través de las ventanas cubiertas de polvo. Clara se acomodó en un viejo sofá, rodeada de sombras que parecían cobrar vida con cada crujido del suelo. A medida que las horas avanzaban, la atmósfera se volvía más densa, como si la casa respirara en un ritmo pausado y ominoso.

Fue entonces cuando escuchó un sonido sutil, un roce que provenía de una puerta entreabierta al final del pasillo. La curiosidad la llevó a levantarse, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. La puerta, de madera oscura y desgastada, se movía ligeramente, como si algo estuviera intentando salir. Clara contuvo la respiración y se acercó, cada paso resonando en un eco inquietante.

Al llegar ante la puerta, la oscuridad del interior parecía cobrar forma. En el umbral, una figura emergió lentamente, envuelta en sombras. No era humano, sino una amalgama de lo que parecía ser carne y oscuridad, con ojos que brillaban como brasas en la penumbra. Su rostro, si es que se podía llamar así, era una mueca distorsionada, una mezcla de terror y tristeza que hacía que el corazón de Clara se detuviera por un instante.

La criatura se movía con una gracia inquietante, como si estuviera jugando con la luz y la sombra. Su aliento era pesado, impregnando el aire con un olor a putrefacción. Clara, paralizada por el miedo, no podía apartar la mirada de aquella figura, que parecía acecharla desde la oscuridad, disfrutando de cada segundo de su terror.

De repente, la criatura extendió una mano huesuda y larga, con garras que parecían listas para desgarrar. Clara, con un impulso desesperado, dio un paso atrás, tropezando con el sofá. La criatura se acercó un poco más, su risa era un eco grotesco que resonaba en la habitación, llenándola de un pánico visceral.

“¿Por qué has venido?”, murmuró con una voz que parecía provenir de las profundidades de un abismo. “Este lugar no es para ti”.

Las palabras la atravesaron como un rayo helado. Clara, en un último intento por escapar, giró sobre sus talones y corrió hacia la salida, sintiendo cómo la criatura la seguía, sus pasos pesados resonando a sus espaldas. La puerta de la casa, que antes parecía un refugio, ahora era una trampa mortal.

Al llegar al umbral, Clara sintió cómo algo la detuvo, una mano fría como el hielo que la mantenía anclada en el lugar. Miró hacia atrás y vio la figura alzando su mano, como si reclamara algo que le había sido robado.

Con un grito ahogado, Clara lanzó un último vistazo a la habitación oscura, donde la criatura ahora sonreía, su rostro retorcido iluminado por la luz de la luna. En un instante, todo se volvió negro.

La casa, en su silencio eterno, volvió a cerrarse sobre sí misma, y el eco de la risa monstruosa se desvaneció, dejando solo el murmullo del viento entre las paredes. Nadie volvió a ver a Clara, pero la figura en la puerta entreabierta permaneció, acechando en la oscuridad, esperando la llegada de la próxima víctima.

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