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| Poesía de la luna de sangre |
Bajo el manto de la noche oscura,
la luna de sangre asoma, temblorosa,
su fulgor carmesí, sombra que perdura,
susurra secretos de una vida espantosa.
Los bosques murmuran, el viento se quiebra,
las sombras se alargan, la tierra se agita,
un lobo aúlla, su voz se celebra,
mientras el alma del miedo palpita.
Las estrellas se esconden, temen su brillo,
los ojos del hombre, llenos de locura,
caminan en círculos, buscan un destello,
pero hallan en la luna su fría ternura.
La sangre se derrama en antiguos altares,
sacrificios olvidados de un tiempo lejano,
los ecos de risas se tornan en aires,
de espíritus errantes, de un pacto insano.
Cada rayo de luz que la luna despliega,
es un canto a la muerte, un lamento callado,
las sombras se mueven, la noche se niega,
a olvidar los secretos que el tiempo ha guardado.
Y así, en el silencio, el horror se desliza,
la luna de sangre observa desde lo alto,
testigo mudo de la eterna prenda,
entre el miedo y la locura, un oscuro asalto.
Ven, oh viajero, a danzar en su danza,
donde lo real y lo etéreo se entrelazan,
bajo el hechizo de su tenebrosa alianza,
la luna de sangre, donde los sueños se abrazan.
Al final de la noche, cuando el alba despierte,
y la luna se esconda tras un velo de bruma,
las almas cautivas, su esencia se convierte,
en ecos lejanos de la luna de sangre, en la penumbra.
