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martes, 23 de septiembre de 2025

El ahogador del pantano

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El ahogador del pantano

El aire del pantano era una sopa densa y cálida, con un hedor a agua estancada y vegetación en putrefacción que se adhería a la piel. La luna, una astilla plateada, luchaba por penetrar la neblina, arrojando sombras retorcidas sobre las aguas turbias. Cuentos de terror abundaban entre los lugareños, pero uno en particular hacía que se les helara la sangre: la leyenda de El guardián del pantano de almas. Decían que era una criatura nacida del lodo y el dolor, con la única tarea de reclamar a aquellos que osaban invadir su dominio.


Me adentré en las entrañas del pantano. Mis botas se hundían en el fango a cada paso, un sonido pegajoso que era la única compañía. El entorno era una arquitectura de pesadilla: árboles cipreses envueltos en musgo español, con sus raíces como garras emergiendo del agua, y el canto estridente de los grillos. La noche se sentía más fría aquí, como si una presencia inmemorial hubiera drenado el calor del ambiente.


De pronto, un sonido rompió el silencio opresivo. No fue un grito, ni un lamento, sino un chapoteo pesado y lento, como si alguien arrastrara un cuerpo sumergido bajo la superficie. El sonido provenía de la densa neblina. Luego, apareció. No tenía forma humana. Era una masa de lodo y algas, con ojos que brillaban como brazas moribundas. Llevaba un farol viejo en una mano, y en la otra, una red hecha de raíces enredadas. Era El guardián del pantano de almas.


La criatura se movió hacia mí, cada paso arrastraba más lodo y más vida. Pude ver las caras distorsionadas de las almas que había atrapado, retorciéndose dentro de la masa de su cuerpo. La desesperación era palpable. De la criatura emanaba un olor a desesperación y muerte. Un lamento sin voz escapó de su boca de lodo, y la red de raíces se extendió hacia mí. Me di la vuelta y corrí. Corrí con el pánico como un puñal en el pecho, con el sonido de su avance incesante detrás de mí. Sabía que los gritos sin voz de los atrapados, me perseguirían por el resto de mi vida.

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