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miércoles, 26 de febrero de 2025

El habitante del crepúsculo

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El habitante del crepúsculo
El habitante del crepúsculo

En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y montañas, se contaba una leyenda que hacía temblar a los más valientes. La historia hablaba de un ser conocido como "El habitante del crepúsculo". Se decía que al caer la noche, cuando el sol se ocultaba en el horizonte y el cielo se teñía de tonos rojizos y morados, este ente emergía de las sombras.

Los ancianos del pueblo recordaban a un viajero que había llegado un día, cargado de historias sobre el mundo exterior. Fascinado por la belleza del crepúsculo en aquel lugar, decidió quedarse. Sin embargo, a medida que las noches se hacían más largas, el viajero comenzó a notar algo extraño: una figura oscura que se deslizaba entre los árboles, siempre al borde de su visión. Nadie más parecía verlo, pero él sentía su presencia. Una presencia que lo llamaba, que lo atraía.

Una noche, impulsado por la curiosidad y el deseo de descubrir la verdad, el viajero siguió a la figura hacia el corazón del bosque. Se adentró más y más, hasta que la luz del crepúsculo se desvaneció por completo, dejando solo la oscuridad. Fue entonces cuando escuchó un susurro, una voz suave y seductora que le decía que se acercara. "Ven, ven a mí", decía la voz, prometiendo revelarle los secretos del universo.

Sin embargo, el viajero no sabía que el habitante del crepúsculo no era un ser benevolente. Era un espectro atrapado entre las sombras, un alma perdida que deseaba compañía. Aquellos que se acercaban a él nunca regresaban, quedando atrapados en un ciclo eterno de soledad y desesperación.

Los días pasaron, y cuando la luna brilló en el cielo, el pueblo notó la ausencia del viajero. Preocupados, salieron a buscarlo, pero solo encontraron su sombrero, abandonado en el suelo, junto a un rastro de huellas que se desvanecían en la oscuridad del bosque. Desde entonces, cada vez que el sol se ponía, los habitantes del pueblo recordaban la advertencia: "No te acerques al crepúsculo, pues el Habitante de las sombras te llamará, y nunca volverás a ver la luz del día".

Así, la leyenda perduró, y los lugareños aprendieron a respetar la hora del crepúsculo, sabiendo que no estaban solos en la penumbra. Y en el silencio de la noche, algunos juraban escuchar un susurro que les advertía: "Ven, ven a mí…"

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