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| El niño y el vampiro |
Era una noche oscura y tormentosa. La lluvia golpeaba contra los cristales de la ventana y el viento aullaba como un lobo hambriento. En su habitación, Matías, un niño de ocho años, se acurrucaba bajo las mantas, sintiendo una mezcla de emoción y miedo al escuchar los truenos retumbar en la distancia.
De repente, un rayo iluminó la habitación y, por un breve instante, Matías vio una figura oscura en la ventana. Se sentó de un salto, su corazón palpitando con fuerza. La figura era alta y delgada, con ojos rojos que brillaban como dos brasas encendidas. Era un vampiro.
Matías se quedó paralizado, incapaz de gritar o moverse. La criatura sonrió, mostrando unos colmillos afilados que relucían en la tenue luz de la tormenta. "No temas, niño. Solo quiero hablar contigo", dijo con una voz suave y seductora.
Matías tragó saliva. "¿Qué quieres?", preguntó, intentando que su voz no temblara.
"Tu valentía me ha llamado", respondió el vampiro. "He venido a ofrecerte un regalo, pero debes tomar una decisión. Puedes unirte a mí en la oscuridad o rechazarme y permanecer aquí, en la luz de tu habitación."
El niño miró por la ventana, viendo la lluvia caer como un torrente y sintiendo el frío que se filtraba a través del cristal. "¿Qué significa unirte a ti?", preguntó con curiosidad, a pesar del miedo que lo envolvía.
"Significa explorar el mundo de la noche, conocer secretos que los humanos han olvidado. Pero también significa dejar atrás tu vida, tus amigos y la luz del día", contestó el vampiro, su voz envolvente como un canto de sirena.
Matías sintió un tirón en su corazón. Por un lado, deseaba aventuras, pero por otro, su hogar y su familia eran todo lo que conocía. "¿Y si digo que no?", preguntó finalmente.
El vampiro sonrió de nuevo, pero esta vez su expresión era más amenazante. "Si rechazas mi oferta, deberás enfrentar las sombras que acechan en la oscuridad, y quizás no estarás tan a salvo en tu cama como piensas."
Con cada palabra, el aire en la habitación se volvía más denso y helado. Matías se dio cuenta de que la figura en la ventana no solo era un vampiro, sino un símbolo de las decisiones que todos enfrentamos.
"¿Qué harás, niño? ¿Te atreverás a cruzar el umbral de lo desconocido, o preferirás quedarte en la seguridad de tu cama, donde el miedo siempre acecha?", preguntó el vampiro, su mirada penetrante manteniéndolo cautivo.
Matías cerró los ojos, respirando hondo. La tormenta rugía afuera, y su mente corría a mil por hora. En un momento de claridad, comprendió que, sin importar cuán tentadora fuera la oferta, había cosas que valían más que la aventura: su familia, sus amigos y la luz del día.
"¡No!", gritó con todas sus fuerzas. "No quiero unirme a ti."
El vampiro se quedó en silencio por un instante, y luego su expresión se tornó oscura. "Como desees, niño. Pero recuerda: la oscuridad siempre estará ahí, esperando por ti."
Con un movimiento brusco, la figura se desvaneció en la tormenta, dejando tras de sí un aire helado y un silencio abrumador. Matías se sintió aliviado, pero también una punzada de tristeza por lo que había dejado escapar.
Desde esa noche, cada vez que la tormenta rugía y la lluvia caía, Matías miraba por la ventana, recordando la decisión que había tomado. Sabía que el vampiro podría volver, pero también sabía que había elegido la luz, y eso era suficiente para que su corazón siguiera latiendo con fuerza.
Aunque la oscuridad siempre acechaba, el niño en su cama había encontrado su propia valentía para enfrentarse a ella.
