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| La sombra del gato |
En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, había una leyenda que los ancianos contaban a los niños en las noches de tormenta. Decían que, en una antigua casa abandonada al final de la calle principal, habitaba un gato negro que no era un gato común. Su sombra, al caer la noche, cobraba vida propia y merodeaba por el pueblo, buscando a aquellos que habían olvidado el respeto por lo desconocido.
Una noche de octubre, Clara, una joven curiosa y un tanto escéptica de las viejas historias, decidió explorar la casa. Sus amigos le advirtieron, pero ella se burló de las supersticiones. Armada con una linterna y su valentía, se acercó a la puerta crujiente de la mansión.
El aire era denso y el silencio, inquietante. Clara cruzó el umbral y el olor a moho y polvo la recibió. Mientras exploraba las habitaciones desmoronadas, sintió una extraña presencia, como si alguien la estuviera observando. La linterna iluminó un cuadro en la pared; era un retrato de un gato negro con ojos brillantes que parecían seguirla.
De repente, un ruido sordo resonó en el piso superior. Clara, impulsada por la curiosidad y la adrenalina, subió las escaleras. Con cada paso, el ambiente se volvía más opresivo. Al llegar al último peldaño, la sombra de un gato apareció en la pared, proyectada por su propia linterna. Pero algo no estaba bien; la sombra no se movía como ella. Parecía tener vida propia.
Clara retrocedió, pero ya era demasiado tarde. La sombra se deslizó hacia ella, enredándose alrededor de sus pies. Un escalofrío recorrió su espalda y, en un instante, la oscuridad de la casa se tornó aún más profunda. La linterna parpadeó y se apagó, dejándola a merced de la penumbra.
El sonido de un ronroneo suave llenó el aire, y Clara sintió que la sombra la absorbía, llevándola a un lugar donde el tiempo y el espacio se distorsionaban. Allí, en la penumbra, vislumbró al gato negro del retrato, que la observaba con ojos brillantes, como si evaluara su alma.
De repente, una voz susurrante resonó en su mente: "Nunca debiste venir aquí. Ahora serás parte de mi sombra." Clara gritó, pero su voz se perdió en la oscuridad. Fue entonces cuando comprendió la verdad detrás de la leyenda: el gato no solo era un guardián de la casa, sino un cazador de almas olvidadas.
Al día siguiente, los habitantes del pueblo encontraron la casa como siempre, silenciosa y abandonada. Nadie notó la ausencia de Clara, y los días se convirtieron en semanas. La única señal de su presencia era una sombra que, al caer la noche, comenzaba a deslizarse por las calles del pueblo, buscando a quien relatar la historia de "La sombra del gato".
Desde entonces, los niños ya no se burlaban de las leyendas, y el pueblo aprendió a respetar la oscuridad. Porque, en cada rincón, siempre había una sombra esperando su oportunidad… y en la casa abandonada, un gato negro seguía vigilando, esperando a su próxima víctima.
