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miércoles, 5 de marzo de 2025

El encuentro con su destino

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El encuentro con su destino
El velo de la muerte

Sofía, una mujer de mediana edad con una vida aparentemente normal. Sin embargo, cada noche, al cerrar los ojos, se sumergía en un abismo de pesadillas que la perseguían sin piedad.

Todo comenzó una noche de otoño, cuando sofía se despertó de un sueño agitado, empapada en sudor. En el sueño, una figura oscura la había acechado en un pasillo interminable, su aliento frío como el hielo sobre su piel. La muerte, con su manto negro y su rostro oculto, la observaba desde la penumbra, susurrando su nombre en un eco lejano que resonaba en su mente.

A medida que pasaban los días, las pesadillas se volvían más vívidas. En cada una, la figura espectral se acercaba un poco más, como si se alimentara de su miedo. sofía intentó buscar consuelo en su rutina diaria, pero la sombra de la muerte se cernía sobre ella, oscureciendo incluso los momentos más brillantes. Las risas de sus amigos se desvanecían en el aire, y sus sueños se convertían en una prisión de terror.

Una noche, agotada y desesperada, decidió enfrentar su miedo. Se sentó en su cama, con las luces apagadas, y cerró los ojos. En lugar de huir, se concentró en la figura que tanto la atormentaba. La oscuridad se tornó densa y palpable, y en un parpadeo, se encontró de nuevo en aquel pasillo. La muerte estaba allí, más cerca que nunca, y sofía sintió cómo su corazón latía con fuerza.

“¿Por qué me persigues?”, gritó, su voz resonando en la nada. La figura se detuvo y, por un instante, el silencio fue abrumador. Finalmente, la muerte respondió, su voz un susurro helado: “No soy tu enemiga, sofía. Soy un recordatorio. La vida es efímera, y el tiempo se escapa como arena entre los dedos”.

Las palabras la atravesaron como un rayo, y por un momento, Sofía sintió una extraña mezcla de temor y aceptación. La figura se acercó, y aunque su presencia era aterradora, Sofía entendió que no podía seguir huyendo. Con un acto de valentía, dio un paso al frente. “Si has venido a darme un mensaje, estoy lista para escucharlo”.

La muerte la miró fijamente, y en ese instante, el pasillo se transformó. Las sombras se disiparon, y sofía se encontró en un hermoso jardín lleno de flores brillantes. La muerte, ahora con un rostro humano, sonrió con tristeza. “Vive plenamente, Sofía. Cada momento cuenta. No dejes que el miedo te consuma”.

Despertó en su cama, el sol brillando a través de la ventana. Las pesadillas habían cesado, pero la sensación de la muerte permanecía en su mente, no como un monstruo aterrador, sino como una guía. Desde aquel día, Sofía decidió vivir sin miedo, abrazando cada día como un regalo, con la muerte siempre a su lado, recordándole la fragilidad y la belleza de la vida.

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