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| Presa del miedo |
En la oscura caverna de su mente, la presa del miedo se alza como un monstruo voraz, con una boca abierta que gotea desesperación y dientes afilados que relucen con la promesa de un terror inminente. Cada pensamiento angustiante es un eco en sus paredes, reverberando como un grito ahogado, mientras su corazón late como un tambor en la penumbra, marcando el compás de una danza macabra.
Sus manos, temblorosas y ansiosas, se alzan para cubrir su rostro, un frágil intento de ocultar la tormenta que se desata en su interior. A través de los dedos entrelazados, se asoma un brillo de locura, como si su sufrimiento estuviera intentando escapar, un grito silente que reverbera en la soledad. Las sombras se ciernen a su alrededor, y cada susurro del viento se convierte en un lamento, un recordatorio de que la Presa nunca duerme, siempre al acecho, devorando su paz con cada instante que pasa.
La angustia se convierte en un líquido espeso que recorre su ser, ahogando su aliento, mientras la rabia contenida se retuerce como serpientes en su pecho, listas para estallar. En ese instante de parálisis, la mente se convierte en su propio carcelero, y el monstruo de la presa del miedo se alimenta de cada lágrima no derramada, de cada grito callado, dejando solo el eco de una existencia atrapada en un laberinto de sombras.
