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martes, 8 de julio de 2025

La invitación del señor oscuro

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La invitación del señor oscuro
La invitación del señor oscuro

La noche caía pesada sobre la ciudad, y en un rincón oscuro de un bar olvidado por la mayoría, dos figuras se encontraban en silencio. Un hombre, de rostro pálido y ojos hundidos, se sentaba en una mesa con dos copas de vino, una de ellas medio vacía. A su lado, de pie, estaba una presencia que parecía absorber toda la luz a su alrededor: un invitado cuya presencia emanaba una oscuridad palpable, como si la sombra misma hubiera cobrado forma.

El hombre levantó lentamente la copa, sus dedos temblando ligeramente, y la sostuvo en el aire como si brindara con una entidad invisible. La figura de pie, con su sonrisa torcida y ojos que brillaban con un brillo antinatural, inclinó la cabeza en una reverencia suave pero inquietante.

—¿Estás listo para aceptar la invitación? —susurró el invitado, con una voz que parecía provenir de las profundidades del abismo.

El hombre vaciló un instante, la duda reflejada en sus ojos. El silencio se volvió abrumador, solo interrumpido por el suave tintinear de las copas y un susurro apenas audible que parecía provenir de las paredes mismas: voces de otros que ya habían sido seducidos por esa misma invitación, atrapados en un ciclo eterno de oscuridad.

Finalmente, el hombre dio un pequeño sorbo a su vino, y con una sonrisa temblorosa en los labios, susurró:

—Acepto.

En ese momento, la sombra de la figura se extendió lentamente, envolviendo toda la mesa en una oscuridad total, como si el propio Señor Oscuro hubiera entrado en la habitación. La risa del invitado resonó en el aire, un sonido frío y sin alma, mientras la figura se inclinaba más cerca, susurrando:

—Entonces, bienvenido a tu eternidad. La invitación nunca se cierra.

Y en la penumbra, la figura desapareció, dejando al hombre solo, con el eco de su propia voz y el peso de una noche que nunca terminará.

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