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sábado, 20 de septiembre de 2025

Nocturno

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Nocturno

La noche no descendió, sino que se arrastró desde los cimientos del mundo. No era una simple ausencia de luz, sino una masa palpable de vacío, un negro más profundo que la misma desesperación. En las ciudades, las luces artificiales parpadeaban, pequeños destellos de rebeldía que eran rápidamente tragados por la oscuridad que avanzaba. La gente no gritaba, ni corría; se quedaba petrificada, sus ojos abiertos en un horror sin sonido, observando cómo sus propias sombras se desprendían de ellos, cobra vida propia.


El frío que llenaba el aire no era de la estación, sino de la muerte de toda calidez. Las voces se desvanecían en la garganta, los pensamientos se disolvían en la mente, dejando solo la conciencia cruda de que el fin era inminente. No era un fin violento, sino una negación silenciosa de la existencia. La oscuridad no tenía dientes ni garras; era una fuerza que desmantelaba el ser, pieza por pieza.


Cuando la luna se extinguió, no hubo un estruendo, solo un silencio total, un hueco en el firmamento que ahora era el único testigo de la agonía de un mundo. Los hombres y mujeres ya no eran más que siluetas, contornos que perdían definición, disolviéndose en el abismo. El horror no era el monstruo que venía, sino la terrible y definitiva comprensión de que el mundo, el universo, y la conciencia misma, solo eran un breve nocturno antes de que la oscuridad absoluta y eterna reclamara su trono.

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