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lunes, 3 de noviembre de 2025

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La Dra. Lena Ortiz siempre había creído que el universo era vasto y, por ende, estaba lleno de vida. Su proyecto, "Nexus Cósmico", consistía en enviar una señal estructurada a una estrella binaria recién descubierta, con la esperanza de una respuesta tangible. Trabajaba en la estación subterránea de Atacama, un lugar de oscuridad profunda y aislamiento perfecto.


Durante tres años, solo hubo el ruido blanco de los receptores. Lena y su pequeño equipo mantenían una rutina estricta de análisis y retransmisión. El ambiente era solemne y concentrado, pero rutinario.


Todo cambió a las 03:17 de una madrugada helada.


La pantalla principal se iluminó con un patrón complejo. No era estática, ni un error de equipo; era una señal ordenada, matemáticamente impecable. Habían recibido una respuesta alienígena. La alegría inicial fue rápidamente reemplazada por un desconcierto agudo. La señal no venía de la estrella binaria, sino de un punto vacío más allá de Plutón.


un rostro distorsionado y en descomposición


El contenido era la verdadera fuente de su terrible ansiedad. No eran ecuaciones ni coordenadas. Era una sola imagen digitalizada, una representación de un concepto extraño. Mostraba una mano con dedos demasiado largos, tocando la superficie de un espejo. Pero en lugar de reflejar la mano, el espejo reflejaba un rostro distorsionado y en descomposición.


Lena sintió un escalofrío intenso. Mandó a su equipo a revisar el origen de la transmisión anómala. Mientras estaban ocupados, la imagen en la pantalla comenzó a parpadear. La mano se movió. El dedo pálido sobre el espejo trazó una única letra en un alfabeto que Lena no conocía, pero que su mente descifró al instante: la letra era "T".


Ella supo, con una certeza horrible, que el mensaje no era una comunicación distante. Era un contacto directo. La entidad estaba usando la transmisión para proyectar su conciencia en el campo electromagnético de la base.


Cuando el equipo regresó, Lena ya no estaba en la sala de control. Su chaqueta de laboratorio y su identificación estaban sobre la consola. En su lugar, sobre la silla, se extendía una fina capa de lo que parecía ser ceniza fresca.


El equipo intentó detener la transmisión, pero el sistema de control se había bloqueado. En la pantalla, el rostro reflejado en el espejo se volteó hacia adelante. El rostro, antes solo una imagen, ahora parecía tener una profundidad tridimensional y opresiva. Los grandes ojos fijos no miraban al espejo, miraban a la cámara de la sala de control, mirando directamente a través de la lente, hacia el terror de ellos. El rostro sonrió, y con esa sonrisa macabra, la transmisión se cortó. El último bit de datos que registraron fue, de nuevo, la letra "T".


Nunca encontraron el cuerpo de Lena. Solo una carta a medio escribir en su escritorio. Decía: "Si el universo responde, debemos estar preparados para no gustarle lo que tiene que decirnos."

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