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miércoles, 29 de octubre de 2025

El fantasma de la cosecha

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El fantasma de la cosecha

Hace muchos siglos, en la comarca de Tierravieja, donde las colinas ondulantes se encontraban con el río bravo, la vida dependía enteramente del ciclo agrícola. La gente vivía bajo la atenta supervisión de Vanya, una anciana sabia que no solo conocía los secretos de la tierra, sino que también era la única guardiana de la ley ancestral que regía las labores estacionales. Esta ley establecía que siempre se debía dejar una porción intacta de la cosecha para que el espíritu del campo pudiera alimentarse.


Un año de gran abundancia llegó a Tierravieja. El trigo creció hasta alcanzar una altura imponente, y las vides se doblaban bajo el peso de la fruta. El joven alcalde, un hombre llamado Theron, poseído por una ambición desmedida, decidió que la ley ancestral era una superstición inútil.


—¡Esta cosecha es nuestra! —proclamó Theron con voz fuerte y resonante. —¡No dejaremos ni un solo grano a las fábulas!


Vanya le advirtió con severidad. —Theron, no juegues con el equilibrio. El espíritu del campo no conoce la piedad ante el robo.


Theron se burló de ella, y esa noche, movilizó a todos los granjeros para recolectar absolutamente todo. El acto de avaricia se completó antes del amanecer.


Esa noche, una oscuridad densa y malsana descendió sobre Tierravieja. No era una tormenta, sino una presencia opresiva. Los granjeros escucharon un lamento atronador que venía de los campos vacíos. Theron vio una figura espectral alta, hecha de niebla y paja seca, que flotaba sobre su granero. Este era el Fantasma de la Cosecha.


El Fantasma no buscaba venganza violenta, sino justicia punitiva. Durante la noche, el granero de Theron se desintegró inexplicablemente, y el fruto robado se convirtió en polvo amargo. La maldición se extendió: a partir de entonces, cada año que Tierravieja intentaba cosechar sin dejar su diezmo, una fuerza destructiva hacía que las hojas se pudrieran y la tierra se secara.


Desde ese día, las gentes de Tierravieja jamás olvidaron la lección. Cada año, al finalizar la cosecha, se deja una porción intacta en el campo, una ofrenda para el Fantasma de la Cosecha, cuyo recuerdo implacable asegura que la humildad y la gratitud prevalezcan sobre la codicia.

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